Historia política (I): Ministros canarios en los Gobiernos de España desde el Antiguo Régimen hasta el año 1936.
Vamos a realizar en los siguientes cuatro capítulos de este Blog un repaso somero de las personalidades que siendo naturales de las islas Canarias, han alcanzado el grado de ministro en los gobiernos estatales de España, tanto monárquicos como republicanos, habidos desde la época del Antiguo Régimen, a finales del siglo XVIII, hasta el año 1936 en el siglo XX, momento en que se produce el alzamiento militar del General Franco y el desarrollo de la subsiguiente Guerra Civil española (1936-1939).
1º DON ANTONIO PORLIER Y SOPRANIS, MARQUÉS DE BAJAMAR.- Esta relación de ministros canarios en los gobiernos de España, la tenemos que comenzar con Antonio Aniceto Porlier y Sopranis, primer Marqués de Bajamar (La Laguna, Tenerife, 16.04.1722 – Madrid, 7.11.1813). Fue Magistrado del Consejo de Indias, Consejero de Estado y Secretario de Estado (ministro) de Indias y de Gracia y Justicia.
Su marcha de Tenerife.
El 23 de septiembre de 1744 embarcó en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, en compañía de su inseparable condiscípulo Bartolomé de Casabuena, rumbo a Cádiz, y de allí marchó a Madrid y luego a la Universidad de Alcalá, donde estuvo dos años. En octubre de 1746 estaba en Salamanca para continuar sus estudios, obteniendo el grado de bachiller en Cánones el 16 de octubre de 1748. En esta Universidad permaneció hasta 1752, donde recibió también los grados de bachiller en Leyes y licenciado en Leyes.
Posteriormente, marchó a la Corte en Madrid, donde “se recibió [el nombramiento] de abogado de los Reales Consejos en 2 de diciembre de 1752” (lo que hoy sería como abogado colegiado). Allí trabó gran amistad con destacados intelectuales, como Agustín de Montiano y Luyando, fundador de la Real Academia de la Historia, quien le facilitó el acceso a la misma (1753) y le encargó varios trabajos históricos sobre las islas Canarias.
Su marcha al Virreinato del Perú, como Fiscal de Indios.
Este Virreinato del Perú, con capital en Lima, abarcó, en su máxima extensión, territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.
Don Antonio es nombrado para el puesto de fiscal protector de indios en la Real Audiencia de Charcas (Bolivia, 1756), por recomendación del duque de Alba (“tomó a su cargo el favorecerme en la carrera de Indias”), aunque previo pago de no poco dinero. Salió de Madrid para Cádiz el 1 de junio de 1757 y llegó a Montevideo el 4 de diciembre de 1758, tomando posesión de su plaza de protector de indios el 3 de octubre de 1759.
En julio de 1760, el virrey del Perú lo comisionó para ir a Jujuy a inspeccionar la Caja Real, sobre cuyos administradores pesaba sospecha de malversación. Viajando de regreso a Charcas, en el pueblo de Mojo conoció a la que sería su primera mujer, María Josefa Sáenz de Asteguieta e Iribarren, cuya boda se celebró el 30 de julio de 1765 en Mojo.
La dote que trajo su esposa al enlace le permitió pagar las deudas contraídas al comprar la protectoría de indios. El 30 de abril de 1765 fue ascendido a oidor de la misma Audiencia de Charcas, con un salario de 64.000 reales anuales, viajando bastante para apaciguar las discordias suscitadas por las arbitrariedades que los funcionarios cometían con los nativos.
En diciembre de 1767 fue trasladado a la fiscalía de lo civil de la extensísima Audiencia de Lima (Perú), en sustitución del destituido Francisco Ortiz Foronda, lo cual trastornaba sus planes familiares. Se quejó al Rey, pero le fue confirmado el título el 2 de diciembre de 1768, y emprendió el viaje hacia Lima el 27 de julio de 1769, tomando posesión el 9 de octubre.
El 10 de enero de 1771 ingresó con grado de doctor en la Facultad de Cánones de la Universidad de San Marcos de Lima. Luego, sería llamado a España para ocupar el cargo de fiscal supremo en el Real Consejo de Indias (8 de octubre de 1773). Embarcó en Callao el 3 de febrero siguiente con toda su familia (su mujer y cuatro hijos) y tomó posesión en Madrid el 9 de septiembre de 1774.
Su regreso a España e ingreso en las Reales Academias.
En 1776 fue designado académico honorario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 17 de enero de 1777 le fue concedida la Cruz pensionada de Carlos III.
Siguió ascendiendo, bajo el amparo de su protector el conde de Floridablanca, en el Consejo de Indias, en el que fue ocupando sucesivamente varios empleos. El 12 de junio de 1780 fue nombrado “camarista” de Indias y procurador general de la Nueva España (México) en el citado Consejo de Indias (17 de julio de 1785). Mientras, muere su primera esposa, y el 6 de julio de 1782 contrae nuevo matrimonio con María Jerónima Daoíz y Güendica, de la que no tuvo sucesión.
El 13 de enero de 1789 fue nombrado vocal del Consejo de Estado. En junio de 1787 murió el ministro de Indias José Gálvez, por lo que Porlier, desde el 10 de julio de 1787 hasta el 25 de abril de 1790 fue secretario del Despacho Universal de Gracia y Justicia de Indias (lo que hoy sería un ministerio de Ultramar) y desde esa fecha hasta al 27 de julio de 1792 acumuló también la Secretaría del Despacho de Justicia para España (cargo equivalente al de un ministro del gobierno de hoy). Por tanto, ostentó dos ministerios.
El mismo Porlier se encargó de dejar constancia de su gestión ministerial en la Relación puntual de los principales asuntos que se despacharon en los cinco años [...]. En esta etapa consiguió, además, la creación del Jardín Botánico para Tenerife (Real Cédula de 17 de agosto de 1788) y poco después, el 11 de septiembre, fue nombrado por aclamación director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, con sede en La Laguna, en cuyo cargo fue sucesivamente reelegido hasta su muerte en 1813.
Impulsor de la creación de la Universidad de La Laguna.
En relación con las islas, también Antonio Porlier gestionó (Real Cédula de 11 de marzo de 1792), poco antes de cesar (mes de julio), el que se concediera el derecho a una universidad literaria para su ciudad natal (la primera Universidad de La Laguna), aunque la misma no se hizo realidad, por las razones que ya hemos explicado al hablar de la figura del obispo de Canaria, don Antonio Tavira.
En la protección de su familia, no tuvo inconveniente en colocar a su hijo Antonio Domingo Porlier como oficial de una secretaría de su Ministerio en la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia de Indias (26 de agosto de 1788) para pasar más tarde a la Primera Secretaría de Estado y, tras su afrancesamiento, a la diplomacia del rey intruso José I, como Jefe de División en la Secretaría de Negocios Extranjeros. Lo mismo hará con otros dos de sus hijos: Esteban y Rosendo de Porlier y Sáenz de Asteguieta, a los que empleará en el Ejército y en la Armada, respectivamente.
A principios de 1792, el rey Carlos IV le otorgó la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y el 11 de diciembre el Collar. Abandonado el Ministerio de Justicia, inmediatamente fue nombrado gobernador del Real Consejo de Indias (10 de julio de 1792), plaza que juró el 28 del mismo mes y año, “conservándole el sueldo, casa y emolumentos de consejero de Estado”.
Llegan los franceses y Antonio es acusado de afrancesado.
En el año 1807 el Marqués de Bajamar creyó despedirse de la vida pública: en mayo concluyó su Autobiografía y en septiembre fechó la Relación puntual de su paso por el Ministerio de Justicia, pero los acontecimientos se precipitaron y llegó la Guerra de la Independencia con la invasión francesa. Como personaje notable, Porlier fue captado por la Administración del gobierno de José Bonaparte, el rey intruso impuesto por Napoleón, en la que ocupó ciertos cargos honoríficos (parece que concurrió a las Cortes de Bayona en junio-julio de 1808), razón por lo que se le tachó de afrancesado y la Junta Suprema de Sevilla llegó a ordenar la confiscación de sus bienes patrimoniales.
Quizá para justificar su actuación, el 13 de septiembre de 1812 redactó una Exposición de lo acaecido en Madrid desde los días 3 y 4 de diciembre de 1808 hasta el 10 de agosto de 1812. A los 91 años falleció en su casa madrileña de la calle de la Libertad, habiendo hecho un último testamento el 19 de mayo de 1810 ante el escribano Félix Rodríguez.
Distinciones honoríficas recibidas.
Lógicamente, Antonio Porlier acumuló diversos cargos honoríficos a lo largo de su vida. Fue miembro de las Reales Academias de la Lengua Española (10 de diciembre de 1790), de la Historia (1813) y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (14 de abril de 1776). Carlos III le concedió la Cruz de Caballero de su Real Orden en 1792. La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife lo designó su director, cargo que desempeñó durante varios años (el único canario hasta la fecha que ha sido miembro de las tres Academias a la vez). El título de marqués de Bajamar (dado que su hacienda en Tenerife se encontraba en esta zona de la costa de La Laguna), le había sido concedido en Perú, según Real Decreto de 12 de marzo de 1791, dado por Carlos IV.
Valoraciones sobre su personalidad.
Según el investigador Marcos Guimerá Peraza, de sus retratos (no numerosos, pero suficientes) y de su firma, se puede extraer que era un hombre de mucho carácter, de genio fuerte, de gran tesón y un temperamento muy nervioso. Amante de las formas ceremoniales, en su Autobiografía se presenta como un profundo creyente cristiano y con una sólida formación humanística.
Según la Real Academia de Historia se ha considerado a Porlier como un excelente representante de las virtudes cívicas e intelectuales, por las que se distinguió en una época muy complicada y en la que también se hicieron famosos otros ilustres canarios. Fue un gran patriota, un hombre digno y trabajador que vio ensombrecidos los últimos años de su vida por la tormentosa situación política, en la cual, por su alto cargo, se vio envuelto. Ilustrado reformista tanto como jurista práctico, el marqués de Bajamar es, desde luego, un caso de supervivencia a su tiempo y a su formación.
2º EL REPUBLICANO DON NICOLÁS ESTÉVANEZ.- Aunque nacido circunstancialmente en Gran Canaria, el militar tinerfeño Nicolás Estévanez y Murphy (Las Palmas 17.02.1838 - París 21.08.1914), hijo de Francisco de Paula Estévanez y García-Caballero e Isabel Murphy y Meade, oriundos de Andalucía e Irlanda, respectivamente pero arraigados en Tenerife, de estirpe liberal, el joven Nicolás fue educado entre Santa Cruz y su casa familiar de Gracia (La Laguna), y sería pronto un republicano federal intransigente.
Al respecto dice don Nicolás en sus Fragmentos de mis memorias: "Mi familia tenía su residencia habitual en Tenerife; allí pasé la infancia, y Santa Cruz de Tenerife es mi verdadera patria, mi patria chica; de Las Palmas ni me acuerdo, (...). No es mi pasión un delirio por Las Palmas, pero lo es por Canarias. Englobo en mi cariño aquellas siete islas tan hermosas y tan españolas, y me quita el sueño el abandono en que las tiene España".
También es muy conocido y con el que no debe confundirse, su hermano Patricio (1850-1926), que fue hermano menor del militar, político y Ministro de la Guerra durante la I República del que estamos tratando, don Nicolás Estévanez. Patricio, igualmente, fue un convencido republicano federal, siguió a su hermano tras el fracaso de la I República al exilio en Lisboa y en París, donde colaboró con varios periódicos y fue traductor de la Casa Garnier. Patricio Estévanez también se implicó en la dinámica social de su tiempo, asumiendo varias veces el cargo de concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y, siendo defensor acérrimo de los Cabildos Insulares, se involucró en el de Tenerife como vicepresidente 2º de dicha institución.
Su carrera militar y política.
Don Nicolás fue Capitán de Infantería, ministro de la Guerra en la 1ª República, diputado de ideología republicano-federal, poeta, periodista y traductor. Llegó a ser diputado por Canarias en el parlamento español y ministro del gobierno bajo la presidencia de Pi y Margall, durante la Primera República Española (1873-1874). Fue nombrado ministro de la Guerra durante aquellos difíciles once meses de la experiencia republicana tras la renuncia al trono del rey Amadeo I. Se exilió en Francia cuando llegó la Restauración con la llegada del rey Alfonso XII y acabó codirigiendo la prestigiosa imprenta de los hermanos Garnier en París.
En cuanto a su carrera militar, a los catorce años obtuvo plaza de cadete en el Colegio de Infantería, y el 25 de julio de 1856 ascendió a subteniente, con ocasión de las jornadas revolucionarias que depusieron al presidente Espartero.
Su participación en las guerras de África.
Más tarde marchó a Ceuta, encuadrado en el ejército de África, mandado por el militar tinerfeño Leopoldo O’Donnell, del que también hablaremos en esta seria de capítulos, con el que participó en los combates previos a la conquista de Tetuán (6 de febrero de 1860), por los que fue recompensado con la Cruz de San Fernando, y en la batalla de Wad-Ras (23 de marzo de 1860).
Firmada la paz con el sultán de Marruecos, volvió de guarnición a Jaca y Zaragoza, desde donde, debido a la muerte de sus padres, marchó con licencia a Tenerife en agosto de 1862.
Marcha a Tenerife, Puerto Rico, Dominicana y Cuba.
Destinado el 11 de junio de 1863 al batallón de Cazadores Antequera n.º 16, de guarnición en Santa Cruz de Tenerife, embarcó seis meses después hacia Puerto Rico al objeto de reemplazar a las unidades destacadas a Santo Domingo con ocasión de su anexión a España. Allí solicitó el ascenso a capitán del Ejército de Ultramar, lo que ocasionó su traslado al batallón de Voluntarios de Puerto Rico, unidad que se ocupó de organizar e instruir antes de ser enviada a Santo Domingo.
El 29 de octubre de 1864 desembarcó en Montecristi, en la costa norte de Santo Domingo (actual República Dominicana), junto a la frontera de Haití, a cuya defensa colaboró en un par de intrascendentes combates. Harto de la insalubridad e inactividad de aquella perdida guarnición, obtuvo licencia para trasladarse a Cap-Haïtien, y en un primer rasgo de su independencia de criterio viajó sin permiso a Nueva York y a Washington, adonde llegó a los pocos días del asesinato del Presidente Lincoln.
Al mes de regresar a Montecristi, el 11 de junio de 1865, su unidad fue devuelta a Puerto Rico, a causa de la decisión de Narváez de renunciar a la anexión de Santo Domingo. Encargado de liquidar las cuentas de su disuelto batallón, fue procesado por abofetear al sargento que le auxiliaba en la tarea, proceso que se saldó con cuatro meses de arresto y quince días de suspensión de empleo y sueldo. Cumplida la pena, solicitó traslado a Cuba, donde quedó en situación de reemplazo hasta el 15 de agosto de 1866, fecha en la que marchó a Tenerife, donde acababa de morir su abuela materna y dos de sus hermanos, y otros dos se encontraban tan graves que fallecieron nada más llegar él a la isla.
Regreso a España y contrae matrimonio.
Los seis meses de licencia que se le concedieron los pasó entre Canarias y Cádiz, donde contrajo matrimonio con la puertorriqueña María de la Concepción Suárez Otero, de la que tuvo cuatro hijos: Francisco, Ana, Nicolás y Concepción. Prorrogada su licencia por otros nueve meses, que aprovechó para visitar la Exposición Universal de París de 1867, solicitó a su regreso a Madrid reincorporarse al ejército de España, viéndose obligado a renunciar al empleo de capitán, por no haber cumplido los seis años de permanencia en Ultramar.
Su participación en la sublevación de 'la Gloriosa'.
La Revolución de 1868, llamada la Gloriosa, Revolución de Septiembre o también la Septembrina, fue una sublevación militar con elementos civiles que tuvo lugar en España en septiembre de 1868. Supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).
En efecto, en mayo de ese año 1868, molesto por la degradación, don Nicolás se agenció un puesto de funcionario en el Gobierno Civil de Madrid, del que se limitó a tomar posesión y renunciar, para poder viajar luego a Londres a sumarse a la conspiración antiborbónica que encabezaba el general Prim contra la reina Isabel II. En vísperas de la revolución de septiembre, volvió a Madrid con instrucciones para los comprometidos en el golpe de estado y, tras el triunfo del pronunciamiento gaditano, Prim recompensó sus servicios con el grado de comandante y el empleo de capitán del ejército de Cuba.
Al cumplirse un año de la revolución, en 1869 aceptó proclamar la República federal en Salamanca. Sin embargo, en Béjar, se vio complicado en un improvisado intento de atentado contra el gobernador civil de la provincia, por el que fue detenido, procesado y encarcelado durante once meses, hasta que la amnistía de agosto de 1870 le permitió volver a Madrid. Ese otoño conoció a Pi y Margall, con el que comenzó a colaborar y al que llegaría a unirle una entrañable amistad.
Su regreso a Cuba y abandono definitivo de su carrera militar.
Frustrado por la inhibición de los dirigentes republicanos ante la entronización de Amadeo de Saboya como rey de España, solicitó traslado al ejército de Cuba, cuyas provincias orientales llevaban dos años alzadas en armas. En marzo de 1871, cuando ya había sido destinado a Cuba, fue elegido representante por Salamanca en la Asamblea Federal, convocada por Castelar, Orense y Pi y Margall, lo que le impulsó a pedir la licencia absoluta. Más tarde, retiró la citada solicitud y embarcó hacia La Habana, adonde llegó el 2 de noviembre.
Tres semanas después, todavía pendiente de destino, un consejo de guerra impuso penas de arresto y multa a 45 estudiantes cubanos, sospechosos de haber profanado en La Habana la tumba de Gonzalo Castañón, fundador del periódico proespañolista La Voz de Cuba. El Cuerpo de Voluntarios renegó del fallo, y constituyó otro consejo de guerra que condenó a muerte a ocho de los acusados cubanos, fusilándolos a continuación. La indignación de Estévanez al conocer lo ocurrido fue tan notoria que sus compañeros de promoción le tramitaron una licencia urgente para viajar a México, obligándole a embarcar en el primer barco que zarpó. Al naufragar el carguero que le conducía a Nueva Orleans, otro buque le recogió en alta mar y le llevó a Cap-Haïtien, donde tomó pasaje para España. El 25 de diciembre de 1871, durante la escala en la isla de Saint Thomas, entonces colonia danesa, tramitó en el Consulado español su definitivo retiro del Ejército, poniendo fin a su carrera militar cuando contaba treinta y ocho años.
Regresa a España y participa en la Primera República.
De vuelta en Madrid, encontró trabajo en el diario El Combate, donde publicó el poema "La alcuza", expresiva síntesis de su ideario político. El 2 de abril de 1872 fue elegido diputado por el distrito de La Latina (Madrid), en la candidatura de la Asamblea Federal Republicana, y en julio se integró en el Directorio Republicano Federal, presidido por Pi y Margall.
Proclamada la República, Figueras le instó a reingresar en el Ejército y, ante su negativa, el presidente Pi y Margall le confió el Gobierno Civil de Madrid, desde donde neutralizó varios conatos subversivos. El 13 de mayo de 1873 fue elegido diputado por los distritos de Baeza, Orgaz y Santa Cruz de Tenerife, optando por representar a la capital canaria.
Es nombrado Ministro de la Guerra.
El 11 de junio de 1873, al hacerse cargo su amigo Pi y Margall de la Presidencia del Poder Ejecutivo de España, le nombró ministro de la Guerra. Durante su breve mandato, sólo dieciocho días, sin embargo, creó y marcó los objetivos de la trascendental Comisión de Reorganización del Ejército, presidida por el general Orozco e integrada por 20 vocales, dos por cada cuerpo e instituto armado. Sus conclusiones, rendidas tres meses después, sentaron las bases que inspiraron cuantas reformas militares abordaron los sucesivos gobiernos de la Restauración.
El 28 de junio siguiente, ante la resistencia del gobierno a respaldar las medidas necesarias para restaurar la disciplina en los campos de batalla, presentó la dimisión como ministro, y se limitó a ejercer su labor de diputado en las Cortes, interviniendo sólo en debates de carácter castrense o que afectaran a las islas Canarias. En la madrugada del 3 de enero de 1874, con su suegra de cuerpo presente en su domicilio, acudió a votar a la Asamblea, donde fue abordado por dos ayudantes de campo de Pavía, a los que ofreció un pronóstico tan pesimista del desenlace del debate, que influyó decisivamente en la determinación del capitán general de interrumpir la sesión (el golpe de Pavía).
En efecto, el golpe de estado de Pavía, o simplemente golpe de Pavía, fue un pronunciamiento militar que se produjo en España el 3 de enero de 1874, durante la Primera República y que estuvo encabezado por el general Manuel Pavía, capitán general de Castilla la Nueva cuya jurisdicción incluía Madrid. Consistió en la ocupación del edificio del Congreso de los Diputados por guardias civiles y soldados que desalojaron del mismo a los diputados cuando se estaba procediendo a la votación de un nuevo presidente del poder ejecutivo de la República (¿verdad que este episodio suena muy similar a otro ocurrido el 23 de febrero de 1981 llevado a cabo por Tejero?)
Exilio en Portugal y Francia.
Al hacerse cargo el general Serrano de la Presidencia del Poder Ejecutivo de la República y ante el temor de ser deportado a Filipinas, se exilió en Portugal, donde permaneció hasta que, restaurado Alfonso XII en el trono y a instancias del embajador español, se le forzó a salir del país, trasladándose con su familia a París en marzo de 1876. Tras visitar durante tres meses Nueva York, La Habana y México, regresó a la capital francesa, donde comenzó a trabajar junto con su hermano Patricio, como traductor de francés, inglés, griego y latín en la citada librería española de Garnier Hermanos.
Nuevo regreso a España, donde profundiza su labor como periodista político y activista republicano.
Tras un nuevo periplo americano, que aprovechó para visitar a unos correligionarios en Buenos Aires, regresó a Madrid, nada más iniciarse la Guerra de Cuba, como redactor jefe de El Nuevo Régimen, órgano periodístico de su amigo Pi y Margall. En 1896, fue detenido por un artículo que criticaba el envío de tropas a Ultramar, y en 1898, mientras se negociaban los términos del Tratado de París con los Estados Unidos para poner fin a la guerra de Cuba, se reincorporó a la política española como lugarteniente de Pi, de quien heredó el liderazgo del federalismo cuando aquél murió en 1901. El 14 de febrero de 1902, fue designado para encabezar la candidatura del partido Unión Republicana en las elecciones que se iban a celebrar en el mes de abril, resultando elegido diputado por Madrid.
Derrotado en las elecciones de 1905, estrechó sus lazos con el presidente Lerroux, cuyo libro De la lucha había prologado en 1900. En mayo de 1906, llegado a Barcelona para embarcar hacia Cuba, se reunió con aquél, quien apareció en compañía de Ferrer Guardia y de Mateo Morral, por lo que muchos sospecharon que Estévanez había introducido en España la bomba, de origen francés o alemán, que fue lanzada veinte días después al paso de la comitiva de la boda de Alfonso XIII en Madrid, pero Nicolás, en privado y en público, lo ha desmentido siempre y reiteradamente.
El 12 de junio, tras pisar por última vez la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, llegó a La Habana, donde fundó el diario En Marcha.
En 1907, se presentó por última vez a unas elecciones generales en España, en el número dos de la candidatura de Unión Republicana por Barcelona, encabezada por Lerroux, que fue derrotada por la de Solidaridad Catalana de Cambó.
Marcha definitiva a París, donde fallece.
Nicolás Estévanez estaría por última vez en Tenerife en 1906, durante la escala del barco que le llevaba para América. Hacía 40 años que se había marchado de la Isla. En 1910, Nicolás se halla establecido definitivamente en París, cuando el escritor canario Benito Pérez Galdós utilizó sus recuerdos para redactar el episodio nacional Amadeo I, y le convirtió en protagonista del La Primera República, publicado en 1911. Una pulmonía le produjo la muerte en su estancia en París cuando contaba con 76 años. Incinerado su cadáver en el cementerio del Père Lachaise, Blasco Ibáñez se ocupó de recoger y depositar sus cenizas en un columbario de la necrópolis parisina.
Valoración de su personalidad literaria y política.
Nacido al final de la Primera Guerra Carlista, Estévanez llegó a asistir al estallido de la Primera Guerra Mundial, ofreciendo sus servicios como corresponsal de guerra al gobierno francés cuando contaba ya 76 años.
Fue poeta, verdadero fundador de la escuela regionalista canaria -es famoso su poema titulado, Canarias, publicado en 1878-, periodista de ágil pluma, escritor fecundo y con gracia, del que son testimonio sus sabrosísimos Fragmentos de mis memorias, aunque desgraciadamente incompletas. De ese largo poema Canarias, son famosos estos versos:
mi patria no es Europa,
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca e inolvidable sombra. (...)
Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora.
Políticamente fue un liberal y un republicano, humanamente, un poeta y un rebelde, que abandonó su carrera militar en La Habana tras el fusilamiento de unos jóvenes estudiantes cubanos. Poeta de raigambre regionalista, de espíritu romántico respecto de sus islas Canarias, que anticipa, en alguna medida, el sentimiento doloroso del Desastre del 98.
En el año 1937, la República de Cuba le dedicó una lápida en La Habana, conmemorativa del aniversario del fusilamiento de los aquellos estudiantes cubanos de 1873, colocada en los soportales del Hotel Inglaterra, frente a la estatua de José Martí, lugar donde conoció y denunció públicamente la injusticia cometida por el Gobierno español en la colonia de Cuba. Este monumento, el único erigido a un español en la isla, ensalza y recuerda que para Estévanez “antes que la Patria están la Humanidad y la Justicia”.
También tiene una calle en Santa Cruz de Tenerife dedicada con su nombre. Antigua calle Botón de Rosa, hasta 1914 y que enlaza la calle Castillo con la de Imeldo Serís.
(continuará)
Fuentes:
ESTÉVANEZ Y MURPHY, Nicolás (1985): Obra Escogida (con Prólogo de Elfidio Alonso), Edirca Editora regional canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1985.
GUIMERÁ PERAZA, Marcos (2003): Biografía Política e Historia Canaria, Tomos I, II, III y IV. Ed. Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 2003.
Biografías en la web de Historia Hispánica de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2025.
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