La conquista del Atlántico (I): Relevancia del papel jugado por el infante de Portugal don Enrique El Navegante sobre las islas Canarias.

En un artículo anterior hablamos de los pretendidos y discutidos derechos del Reino de Portugal en la conquista de las islas Canarias, frente a los derechos de Castilla. Y concluimos que dicha disputa con el Reino de Castilla se pudo zanjar con la firma en 1479 del Tratado de Alcáçovas, en el que Portugal reconoce a Castilla el dominio de las islas Canarias, y Castilla a Portugal el de todas las islas y tierras y la exclusiva de comercio "de las Canarias para abajo". Aquí tienes un enlace donde puedes consultar íntegramente dicho artículo publicado el pasado 15.08.2024:

Los discutidos derechos de Portugal sobre las islas Canarias

Pues bien, si nos volvemos a remontar decenas de años atrás de esa fecha culminante, y por la vía de los hechos históricos, es interesante conocer algunos aspectos del obsesivo interés de Portugal por conquistar todas, o al menos, algunas de las islas Canarias, aquellas que todavía no estaban bajo el dominio del Reino de Castilla, en el que jugó un papel protagónico en nombre y por cuenta de su reino, el infante don Enrique El Navegante.

Las expediciones marítimas impulsadas por Enrique El Navegante y tras su muerte, por su sobrino el Rey Juan II de Portugal, llevaron a los portugueses a ir descubriendo y asentándose progresivamente en las costas de África hacia el sur. Fueron los portugueses los primeros en lanzarse al Océano Atlántico y tras sufragar el descubrimiento de las islas Canarias en 1336, hallaron las de Madeira y las Azores. 

EL PERSONAJE DE ENRIQUE EL NAVEGANTE.- Enrique de Avis y Lancaster, apodado El Navegante y también conocido como Infante de Sagres (Oporto 1394 - Sagres 1460), infante de Portugal y primer duque de Viseu, es una de las más importantes figuras del inicio de la era de los Descubrimientos. Fue, junto a su padre y sus hermanos, uno de los artífices de la conquista de Ceuta en 1415, encomendándole después su cuidado y preservación.

Retrato de Enrique El Navegante.

Fundó en Sagres (El Algarve, Portugal), un centro de estudios náuticos, geográficos y astronómicos, reuniendo a los más destacados navegantes y cartógrafos, que consiguió mejorar las técnicas de navegación de la época y desde donde organizó diversas expediciones marítimas a las costas occidentales del continente africano.

A partir de 1416, en efecto, Enrique promovió activamente una serie de expediciones a las islas Canarias y de la Madera y a las costas africanas. Los marinos auspiciados por el príncipe lograron incorporar efectivamente las islas atlánticas de Madeira y Azores y llegaron hasta el golfo de Guinea. 

El príncipe Enrique era el tercer hijo de Juan I de Portugal (alias dom João I, r. 1385-1433) y la reina Felipa, que era inglesa. Sin ser quizás tan ilustrado y buen estudiante como explica su leyenda renacentista, Enrique era sin duda un cristiano devoto. Vistiéndose con un cilicio y manteniendo el celibato, Enrique no contrajo matrimonio ni tuvo descendencia. Dedicó su vida a la exploración, al imperio y a derrotar a los musulmanes allí donde los encontrara. 

La primera colonia: Madeira.

Enrique el Navegante se dedicó entonces a financiar expediciones utilizando su nuevo diseño de naves, lo que le reportó beneficios, aunque él personalmente pasara muy poco tiempo en el mar y no hiciera ningún viaje en absoluto a través del océano. En 1418, dos capitanes de barcos patrocinados por el príncipe Enrique, que debían hacer una incursión por la costa marroquí, fueron a parar durante una tormenta a Porto Santo, en el archipiélago deshabitado de Madeira. Los exploradores accidentales se dieron cuenta rápidamente del potencial del lugar – un marino, más adelante, lo describió como “un gran jardín” (Cliff, 71) – e informaron a Enrique. En 1419, la Corona portuguesa declaró formalmente la posesión del archipiélago del Atlántico Norte, situado a unos 800 km (500 millas) de la costa africana. El príncipe Enrique fue nombrado gobernador de Madeira. La orden militar portuguesa Orden de Cristo, a cuyo frente estaba Enrique, recibió los derechos exclusivos. A partir de 1420, las islas fueron colonizadas y Enrique fue responsable directo de la idea de cultivar caña de azúcar, creando un sistema de plantación que sería copiado en otras colonias, especialmente en el Brasil portugués.

La segunda, el descubrimiento de las Azores.

El siguiente objetivo en la lista de colonización de Enrique fue el archipiélago de las Azores, más alejado en el Océano Atlántico. El proceso de colonización comenzó en 1439, con el mando supremo compartido por el príncipe Enrique y el príncipe regente Pedro, aunque tras la muerte de este en 1449, Enrique asumió el gobierno de todo el archipiélago.

Tanto Madeira como las Azores fueron parceladas en capitanías, para su desarrollo agrícola y comercial, un modelo que sería copiado en futuras colonias portuguesas, al irse expandiendo el imperio, desde América hasta Extremo Oriente. 

LA OBSESIÓN POR LA CONQUISTA DE CANARIAS.- Como afirmó el profesor A. Rumeu de Armas, para nadie es un secreto que los reyes de Portugal vivían obsesionados por asegurarse el dominio total o parcial del archipiélago canario.

La primera expedición portuguesa armada por el Infante Enrique, tuvo lugar en 1415. Esta expedición fue dirigida por Joao de Trasto, desembarcando en la isla de Gran Canaria, realizando alguna captura sobre los habitantes de Telde, sin embargo esta ocupación no fue ni mucho menos permanente. Posteriormente la corona portuguesa lleva a cabo en 1424 y 1427 dos intentos de apoderarse, en primer lugar de la isla de La Gomera, y posteriormente sobre Gran Canaria, a pesar de no haber conseguido conquistarlas, el monarca portugués deseaba entrar en la carrera por la conquista de las islas aún no conquistadas. Tras arduas negociaciones diplomáticas el monarca portugués consiguió la intervención papal y envió a su hijo Enrique El Navegante a Roma para conseguir los derechos de conquista sobre Tenerife, Gran Canaria, La Palma y La Gomera, es decir, las que no se encontraban en ese momento en poder de Guillén de las Casas, el señor de Lanzarote. Ante esta situación el rey de Castilla envió diplomáticos para evitar que se produjese esta cesión. Finalmente el Papa por medio de la bula Dudum cum ad nos (1436) reconoció los derechos de Castilla sobre la totalidad del archipiélago. 

En efecto, en otra de esas iniciativas portuguesas para la conquista de las islas, destaca la expedición portuguesa enviada por el citado infante Enrique El Navegante en el año 1424. Comandada por el capitán Fernando de Castro, constaba de un ejército de dos mil quinientos peones y ciento veinte jinetes. Tras desembarcar en la isla de Gran Canaria y lograr que numerosos canarios se convirtieran al cristianismo, los portugueses no pudieron proseguir la conquista por falta de avituallamiento.

Al respecto, el historiador británico Peter Russell aborda en uno de sus documentados libros, Prince Henry ´the Navigator´. A Life (publicado en el año 2000), el  desastre de la expedición contra Gran Canaria de 1424 y la colonización de Madeira comenzada en 1425. A propósito de las aventuras canarias de Enrique, Russell las aborda en su conjunto como fruto de una obsesión del príncipe abocada al desastre desde su comienzo. De interés es indicar que “Enrique, ni en sus islas atlánticas ni en Guinea, dio jamás la menor señal de querer excluir a los extranjeros de la participación en sus empresas atlánticas, y menos aún de mantenerlas en secreto. El secreto era incompatible con el ansia de fama que siempre lo impulsó”. Por supuesto que los únicos que quedaron siempre excluidos del comercio fueron la segunda gran obsesión de Enrique: Castilla y los castellanos. 

En las investigaciones del citado profesor de Oxford Peter Russell, queda patente la obsesión continuada de don Enrique El Navegante para lograr, de alguna manera, la conquista del Archipiélago canario, con la utilización de toda clase de maniobras, desde infiltraciones pacíficas mediante el comercio, como hasta con los asaltos esporádicos a las islas no conquistadas. Como ya comentamos de pasada en nuestro citado artículo anteriormente, más tarde, el rey de Portugal en 1434 lanzó una nueva expedición a las Canarias. Desgraciadamente, debido a las condiciones adversas encontradas durante el viaje, la expedición terminó en una isla de propiedad castellana (probablemente Lanzarote), cuyo obispo,  Fray Fernando Calvetos, presentó una protesta formal ante el Papa, a raíz de la cual, se prohibió expresamente a Portugal hacer la guerra a las Islas Canarias. Informa al Papa de que Lanzarote y otras islas eran a la sazón invadidas por algunos capitanes cristianos, como los portugueses, los cuales hacen esclavos a la naturales ya convertidos y "los que estaban en camino de convertirse, por lo cual, los demás se negaron a volverse cristianos".

En efecto, a petición del citado obispo del Rubicón, con sede en el sur de Lanzarote, Fray Fernando de Calvetos, el Papa Eugenio IV expidió dos bulas en 1433 y 1435, en las cuales, manda taxativamente a todos los príncipes cristianos que dejasen de insultar y "saltear" a los naturales, por sí mismos, e impidiesen a sus súbditos de hacerlo. Para su ejecución, el Papa mandata al Obispo de Córdoba como comisario suyo para la defensa de los indígenas de Canarias, mandándole que "excomulguen públicamente a los salteadores y poseedores de isleños cautivos, hasta que les concedan su libertad."

En 1436, Don Duarte I de Portugal, haciéndose portavoz de su testaturado hermano Enrique El Navegante (en palabras del profesor Russell), pide el apoyo del papa con relación a un nuevo intento portugués de conquistar y colonizar Gran Canaria y Tenerife. Justifica el rey de Portugal esta empresa alegando que los habitantes de dichas islas viven en un estado de paganismo total. Vivían, según la súplica portuguesa, "debido a su situación pagana, como cerdos". Incluso el hecho de que los guerreros guanches de Tenerife habían logrado rechazar más de una vez al ejército invasor de Don Enrique El Navegante, se presenta en este documento como otra muestra de su paganismo: en el campo de batalla dan muestras de una ferocidad monstruosa luchando.

Esta interesada actuación tuvo su momento culminante cuando Maciot de Bethencourt, señor de Lanzarote, le arrendó la isla en 1448, al famoso príncipe portugués don Enrique El Navegante, quien se posesionó seguidamente de la misma, consolidando el dominio político. Por este hecho, Maciot de Bethencourt recibió del rey de Portugal los derechos de explotación de las jabonerías (saboarias) de la isla de Madeira, en pago por la cesión de sus derechos sobre la isla de Lanzarote.

Sin embargo, está ocupación fue breve, porque los vecinos de Lanzarote, castellanos y naturales, acabarían por sublevarse contra la ocupación portuguesa, expulsando a los lusitanos de la isla en el año 1450.

En el siguiente capítulo, seguiremos contando los derroteros de la conquista atlántica de Portugal sobre las islas Canarias, en particular, sobre Gran Canaria y La Gomera.

Pedro R. Castro Simancas, 28.08.2024.

Ampliado, 02.09.2024.


Fuentes:

PÉREZ VOITURIEZ, Antonio (1989): Los aborígenes canarios y los derechos humanos, Ed. Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1989.

RUSSELL, Peter (1978): "El descubrimiento de Canarias y el debate medieval acerca de los derechos de los príncipes y pueblos paganos", en Revista de Historia Canaria, nº 171, pp. 9-32, Universidad de La Laguna, 1978.

RUMEU DE ARMAS, Antonio (1975): La conquista de Tenerife. 1494-1496, Ed. Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1975.




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