Tenerife: El papel de los 'Guañameñes' y las 'Sámaras' en la religión guanche.
En las islas Canarias, en la época prehispánica existían diferentes personajes ligados al culto religioso. Estos dirigían las ceremonias y funcionaban como vínculo entre el mundo material aborigen y el mundo espiritual.
En Gran Canaria los ritos eran dirigidos por el faycán, especie de sacerdote-juez, quien era auxiliado en determinadas celebraciones por una institución de mujeres «santas» llamadas harimaguadas.
Según señala el profesor A. Tejera Gaspar, en otras islas como Tenerife, La Gomera o El Hierro, la posible correspondencia de esa figura del faycán, haciendo las debidas salvedades por la diferencia en los modelos sociopolíticos y económicos, sería la que en las fuentes escritas denominan adivinos. Es decir, el Guañameñe de Tenerife, el Aguamuje de La Gomera o el Yone de El Hierro.
Por su parte, en Tenerife, el cronista A. Espinosa el guañameñe lo define como un zahorí, interviniendo en cualquier eventualidad social, ante fenómenos extraños de la naturaleza, o como sacerdote actuante en las celebraciones religiosas de los guanches de Tenerife. Tomás Arias Marín de Cubas alude a la existencia en cada reino de hasta cuatro guañameñes (*wa-n-amənzaz, literalmente "clarividente") o sacerdotes que asistían a los menceyes en el gobierno.
EL GUAÑAMEÑE O SUMO SACERDOTE.- Según el Tesoro de los diccionarios históricos de la lengua española (2021), publicado por la Real Academia Española (RAE), guañameñe es una voz prehispánica, que significaba entre los aborígenes canarios: Profeta o adivino. Se trataba, por tanto, de un sumo sacerdote de la religión de los guanches de la isla de Tenerife. Como variantes de esta voz, aparece también documentado otras voces similares: guanchimeme, guanchineme, guanchiñeme, o guañaneme.
En 1676, Núñez de la Peña en su obra Conqvista (p.43) nos dice: [...] porque auia en este tiempo entre los Gentiles vn Profeta, ò adevino, que llamauan Guañameñe, que profetizaua las cosas venideras [...].
Hacia 1770-1784 (2007), Quesada en su Canaria Illustrada (p.174) indicaba: [...] con essos raios iluminò a sus Adivinos ô Profetas, nombrados Guanchiñemes, para que profetizasen q[ue] habian de venir gentes estrañas á apoderarse de la Isla siendo conducidos por unos paxaros negros, con alas blancas, por el mar, (esto es Navios), y por eso vivian con cuidado, poniendo cada rey en las partes mas altas de sus Dominios, atalayas, para saber quando llegacen. Ibídem (p.176): [...] p[o]rq[ue] siendo resevido del Rey de Anaga (en cuio Dominio estaba este Puerto) que abia baxado a impedirle la entrada por el temor en q[ue] vivian, de las Profecias de los Guañanemes o Guanchimemes, y haviso que tubo de las Atalayas, de la llegada de los Paxaros negros.
Y el mismo autor Quesada, añadía (p.306): Profetas o Adivinos y Astronomos. Los tenian como ia se dixo quando se trato de la aparicion de N. S.ª de Candelaria a los que nombravan en Tenerife Guanchineme los quales profetisavan lo futuro diciendo q[ue] dentro de unos Pajaros negros con alas Blancas llegarian las gentes forasteras a apoderarse de sus tierras entendiendo por pajaros las Naves como se dixo en Tenerife; tratando de Nra. Sra. de Candelaria.
En 1958, la escritora cubana Loynaz en su Verano en Tenerife (p.235) describía: Todas las lunas nuevas recentales cambiaban las maternas ubres tibias por la hierba irisada de rocío, el guañameñe componía venturosos oráculos, y desposorios de pastores alegraban los campos. [...] (p.242): Hacía tiempo ya que poco a poco, furtivamente casi, las grandes aves de la muerte, que el guañameñe había anunciado dos centurias atrás, se acercaban siniestas a las Islas, olfateándolas, rondándolas.
Por su parte, Juan Bethencourt Alfonso señala que "la complicada teogonía de los guanches [aquí referido específicamente a los de Tenerife], sus diversas creencias con un culto externo tan variado, exigía necesariamente un nutrido cuerpo sacerdotal y así acontecía en efecto".
LAS SÁMARAS O SAMARINES.- Según este autor, los guanches tenían al menos tres órdenes de religiosos o sacerdotes conocidos por samarines, cancos y babilones que se educaban en una especie de seminarios o colegios, como en el caso de las mujeres que ocurría con las marimaguadas [en Gran Canaria]. Estos sámaras o samarines eran también conocidos como agoreros, adivinos, hechiceros o profetas y también como guañameñes por llevar este último nombre, al parecer, el sacerdote de mayor autoridad. Vestían completamente de negro y llevaban un idolillo de barro colgado al cuello (¿el guatimac?).
Después del soberano, el mencey, los samarines eran los personajes más importantes y tal vez los de mayor influencia en la sociedad guanche, por lo que el cargo recaía siempre en individuos de la familia real o de la nobleza. Sus poderes entraban dentro de lo que hoy comprendemos bajo epígrafes como magia, supersticiones, augurios, nigromancia y demás artes de la teurgia o del ocultismo.
Como señala el profesor Tejera Gaspar, de las fuentes crónicas se infiere que sólo las mujeres, hijas de nobles y, por tanto, solo ellas también, gozaban del privilegio de poder participar algún día en las celebraciones religiosas.
¿Que podemos añadir respecto de las sámaras o samarines de Tenerife? También fue una orden sacerdotal, pero en este caso de mujeres. Se puede comparar a lo que se conoce hoy como monjas de clausura. Caso muy curioso en esta orden de hombres y mujeres es el siguiente: que a los hombres no se les imponía el celibato, pero no a las mujeres, que sí lo tenían impuesto, pues debían ser vírgenes. Estas doncellas vivían en comunidad, en cenobios o conventos que estaban situados en grandes cuevas o en barrancos aislados. Testimonio de que es así son los nombres que nos han llegado de “cuevas del sámara o samarines”. Enfatizamos que esto es así, porque de hecho Bethencourt Alfonso recogió de la tradición oral la existencia de una cueva o monasterio en el Barranco de Samarines de Candelaria.
Estas mujeres tomaban, pues, parte activa en los oficios y ceremonias religiosas, tocando y cantando con gran afinación y armonía, además, servían sus casas - cuevas de "colegios" para las jóvenes de la nobleza aborigen. Eran seleccionadas seguramente mediante algún ritual iniciático del que nada concreto nos ha quedado.
Según González Antón y A. Tejera, como figura equivalente a la de Tenerife, salvando las diferencias culturales de ambas islas, son numerosas las noticias sobre la existencia de las sacerdotisas en Gran Canaria, llamadas en esta isla: Harimaguadas, Magadas, Maguas, o Maguadas. Sin embargo, hay muy poca información de las funciones de culto y del ritual de esta figura de las sámaras en Tenerife y no digamos de posible existencia de figuras similares en las otras islas.
"Entre las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento" (Abreu Galindo). Su situación dentro de la sociedad era de entera preeminencia y estaban rodeadas de símbolos para destacar su carácter. De todos ellos, lo único que nos ha llegado hasta nuestros días, según estos autores, está relacionado con la indumentaria: "y diferenciábase de las demás mujeres en que traían las pieles largas que le arrastraban" (Abreu Galindo).
Según el Diccionario histórico-etimológico del amaziq insular (DHEAI), la voz samarín deriva del maz.tk *zammarin, p. ac. m. ‘poderoso, capaz’.
Se documenta en las siguientes citas:
En Tenerife, en efecto, estaban las sámaras o samarines, como miembros femeninos de una orden de especialistas en el culto religioso y la adivinación, que según la tradición oral recoge el citado investigador Bethencourt Alfonso, en su obra Historia del Pueblo Guanche (1912).
§ «Samarines, T[enerife], F[uerteventura], “Sacerdotes de la clase de los guañameñes”. [Bethencourt Alfonso (1880) 1991: 241].
§ «[Nota 17] Los sámaras o samarines era clase sacerdotal educada en las especies de seminarios, llamados sámaras, de donde el nombre de las cuevas de esta denominación, como dijimos. De todas las islas sólo existen testimonios geográficos y tradicionales en Fuerteventura y Tenerife […]» [Bethencourt Alfonso (1880) 1991: 295].
§ «La orden de los samarines, que como ya dijimos, eran también conocidos por agoreros, adivinos, hechiceros y profetas así como por guañameñes por llevar éste [sic] último nombre el sumo pontífice o el summus aruspex, vestían completamente de negro con el guatimac o idolillo de barro colgado al cuello» [Bethencourt Alfonso (1911) 1994b: 276].
Como luego veremos, dato curioso y destacable es que todavía hoy, en toda la isla de Tenerife, se siguen conservando los topónimos sámaras y samarines en cuevas y barrancos, porque éstos y éstas vivieron y practicaron sus funciones religiosas en tales lugares. En relación a este topónimo, también opinamos que tiene relación la existencia de barrancos o parajes denominados "Las Monjas", que sería una versión castellanizada de los lugares donde habitaban estas sacerdotizas guanches.
Añade Bethencourt Alfonso, en nota en su obra, que el nombre de samarines se deriva de las cuevas denominadas Sámaras "donde parece que tenían algo así como seminarios", y relaciona la célebre Cueva de Sámara, en las cumbres de los caseríos de Arguayo y Chío, en Guía de Isora, y sobre todo la Cueva de Sámara "que se extiende algunos kilómetros, según se cree, desde la Montaña de las Negras junto al Teide a 2 ó 3 km., hasta el puerto de San Marcos en Icod de los Vinos. Incluso se dice que comunicaba con dicho subterráneo el Convento agustino de Icod".
En una nota del tomo I de su citada Historia del pueblo guanche (1991: 295, nota 17) dice Bethencourt Alfonso que de todas las islas, solo existen testimonios geográficos y tradicionales de los samarines en las de Fuerteventura y Tenerife; sin embargo, ahora vemos, como señala el Diccionario de Topónimos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que la toponimia de Gran Canaria y de Lanzarote también guardan memoria de su existencia y presencia.
Otros autores también se han ocupado de estudiar la voz samarín. Así, Francisco de Luca dice que debe de estar relacionada con una dignidad guanche de tipo religioso o ceremonial relacionado con el sol, y la asocia al verbo del tahaggart asammer (pl. isammeren) 'estar expuesto al sol'; en el habla kabilia (actual Argelia) de los At Mangellat se documentan las variantes ssummer (pl. ssumeren) 'estar expuesto al sol' y asammer (pl. isummar) 'vertiente expuesta al sol'. Lo mismo piensa Reyes García, y añade que, en su opinión, esos sacerdotes eran los momificadores. Sabemos hoy que existía diferencia de sexos para la práctica de este oficio de mirlado de los cadáveres, hombres para los difuntos y mujeres para las difuntas.
LA TOPONIMIA DE TENERIFE.- Para tener un idea sobre este asunto de los topónimos, en Tenerife es célebre, como se ha comentado, la cueva del Sámara en la cumbre de los caseríos de Arguayo y Chío en Guía de Isora, y sobre todo la cueva del Sámara, que se extiende algunos kilómetros, según se cree, desde las montañas de Las Negras, junto al Teide, hasta el puerto de San Marcos, en Icod de los Vinos.
Dice Bethencourt, en efecto, que la voz samarín se deriva de las cuevas denominadas Sámaras donde tenían sus seminarios, de donde puede deducirse que el término Samarín, y más aún el plural Samarines que aparecen en la toponimia son voces extendidas e implantadas en época hispánica y desde el español, deduciéndose, a su vez, que solo el término sámara o samara es enteramente guanche, y que ese término, como tal, solo aparece en la toponimia de Tenerife, aunque hoy sabemos que también figura en otras islas, como Gran Canaria o Fuerteventura.
Existen, además, varios lugares en la isla de Tenerife que llevan igualmente el apelativo de Samarines porque estos religiosos o religiosas guanches vivieron en ellos, tales como: la playa del Samarín o de Samarines, cueva del Samarín, barranco del Samarín, y salto del Samarín, todos en Candelaria; El Samarín en Chinguaro (Güimar) y Camino de Samarines en la Reserva Natural del Malpaís de Güímar; Fuente del Samarín, por el beneficio que dio a la orden, y Salto del Samarín, en La Esperanza (El Rosario); Salto del Samarín en Fasnia; Casa del Samarín junto al morro del Tagoro en Granadilla; Salto del Samarín sobre Los Frontones, en Granadilla; Cueva del Samarín o del Sámara en San Miguel de Abona; Salto de Samarines al naciente de Cruz Cambada, en Vilaflor de Chasna; Cueva del Samarín en Valle de San Lorenzo (Arona); Cuevas del Samarín en Las Cuevas del Miedo, en Tejina de Guía de Isora.
Una idea que pudiera tener directa vinculación con la existencia de estos cenobios o conventos de sámaras o samarines, también nos ha llegado a través de los topónimos de Las Monjas o La Monja existentes en la isla de Tenerife, como el Barranco de las Monjas, en Arico y Granadilla de Abona, dentro del Monumento Natural de Los Desrriscaderos, en el sur de Tenerife; por el norte de la isla, tenemos el Barranco de la Monja y el Mirador de la Monja, ambos en Buenavista del Norte, dentro del Parque Rural de Teno; el Barranco de la Monja, en San Juan de la Rambla. En el área metropolitana, tenemos igualmente el Barranco de la Monja, e incluso un núcleo urbanizado denominado "Las Monjas" (y también en el callejero figura la calle de La Monja), ambas referencias situadas en el populoso barrio de Barranco Grande (hoy importante núcleo poblacional de Santa Cruz de Tenerife, pero antiguamente perteneciente al municipio de El Rosario), y donde, según el Plan General de Ordenación de Santa Cruz de Tenerife, se encuentra una cueva excavada de forma artificial en estrato de toba blanquecina que presenta claros signos de reutilización moderna. No hay restos de evidencias materiales de filiación aborigen en su interior, aunque se halla catalogada como bien patrimonial protegido por el citado Plan. Aunque en su entorno inmediato hay muestras de una ocupación en superficie de carácter temporal, en el interior de la cavidad se identifican unos grabados de factura moderna: un antropomorfo.
Pedro R. Castro Simancas, 11.01.2025.
Fuentes:
BETHENCOURT ALFONSO, Juan (1994): Historia del Pueblo Guanche, edición anotada por Manuel A. Fariña González, Ed. Francisco Lemus, La Laguna (Tenerife), 1994.
GONZÁLEZ ANTÓN, Rafael y TEJERA GASPAR, Antonio (1990): Los aborígenes canarios. Gran Canaria y Tenerife, Ed. Colegio Universitario de Ediciones Istmo, Oviedo, 1990.
TEJERA GASPAR, Antonio (1991): "Mentalidades: cultura y religión en la prehistoria" en Morales Padrón, F. (Director de la obra) Historia de Canarias, vol. I, pp. 81-96, Ed. Prensa Ibérica, S.A., Las Palmas de Gran Canaria, 1991.
Excelente y maravilloso recorrido que nos transporta a sentir lo que pisamos debajo de nuestros pies. Mi adolescencia y primera juventud transcurrió en Las Monjas, san Juan de la Rambla, al lado de este barranco que mencionas.
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