Relevante personalidad histórica canaria: ¿Fue descendiente del Mencey de Taoro el confesor del Rey Fernando VII?

Bencomo es uno de los apellidos de origen guanche que perduran en la población canaria actual (según el INE, en 2024 habían 1.646 personas con este apellido, principalmente residentes en la provincia de Santa Cruz de Tenerife), junto a otros como los de Tacoronte, Baute o Guanche. Algunos autores creen que Bencomo podría ser una interpretación errónea de "Benchomo", un antróponimo quizás más correcto que podría haberse utilizado en el castellano medieval para denominar al Mencey de Taoro. 

En efecto, teniendo en cuenta quien lo escriba y como lo escriba, cuando se escribía Bencomo, Bentomo, Benchomo, Benitomo o Benichomo se estaba refiriendo al rey del Menceyato de Taoro, el más poderoso de los "reinos" en que estaba dividida la isla de Tenerife al tiempo de la conquista, y quien finalmente se enfrenta al conquistador Alonso Fernández de Lugo en las batallas decisivas de Acentejo y de Aguere. Sin embargo, se ha generalizado el uso del apellido "Bencomo" (en lugar de Benchomo), por haberlo popularizado así Antonio de Viana en su Poema sobre la conquista de Tenerife, publicado en 1604.

Según el Diccionario de Guanchismos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la descendencia de este aborigen debió ser larga, pues el apellido Bencomo, tal como lo conocemos hoy, quedó ampliamente garantizado en Tenerife y se extendió después por otras islas, sobre todo en La Gomera, permaneciendo hasta hoy. Según Perera López (2005) el apellido Bencomo se documenta en La Gomera desde la segunda mitad del siglo XVII y su historia se halla vinculada a los grupos sociales más poderosos de la isla.

Desde el punto de vista filológico, el término Bencomo y sus variantes antes mencionadas, como relativos a un antropónimo indígena de Tenerife, ha sido estudiado, entre otros, por el profesor güimarero Juan Álvarez Delgado (1956 y 1979) y por el austriaco Wölfel (1996). Wölfel no aporta paralelos concluyentes, pero por su parte Juan Álvarez Delgado (1979) hace derivar las variantes Benchóm o Benchomo del bereber wen-chchúm, con el significado de 'este es el mejor' o 'el más grande', y de ahí que en las crónicas al Mencey de Taoro se le llame "El Rey Grande de Taoro" o "Gran Rey".

Pues bien, este apellido ha enlazado con las principales familias de Canarias, dando hijos ilustres al país. Entre ellos puede contarse a Don Cristóbal Bencomo Rodríguez que nació en La Laguna el 30 de agosto de 1758, y estando en la corte madrileña muy cerca del Rey Fernando VII, bajo su influjo, se le debe la creación del Obispado de Tenerife y de la Universidad de San Fernando, la primera universidad canaria, con sede en la ciudad de La Laguna. 

Retrato de don Cristóbal Bencomo y Rodríguez

ASCENDENCIA GUANCHE DE CRISTÓBAL BENCOMO Y SUS EGREGIOS HERMANOS.- Siguiendo a Eduardo P. García Rodríguez, los hermanos Bencomo tienen ascendencia guanche, según la siguiente genealogía:

I. La indígena Constanza Antonia Alonso, casa con el colonizador portugués Gil Marrero, que otorga testamento ante Juan Marques el 20 de septiembre de 1518. De este matrimonio nacen entre otros: 

II. Juan Marrero Alonso, quien casó con Juana Díaz Hernández, hija legítima de Juan Gaspar Hernández, hijo primogénito de Gaspar Hernández (Adxoña), Mencey que fue de Abona, y de Mencía Bencomo (Dácil), hija de Kebehi Benchomo, Mencey de Taoro, y nieta paterna de Andrés de Llerena, también conocido como Andrés de Güimar, que fue príncipe de Güímar pariente del Mencey Añaterve y de María Díaz Bencomo y Lugo, hija ésta de don Diego, el Mencey de Adexe (Pelinor), y de su esposa Dña, Catalina de Lugo. De Juan Marrero Alonso y Juana Díaz Hernández fue su hija legítima:

III. María Marrero Díaz, quien casó con Alonso Gomes, quienes fueron padres a su vez, de:

IV. Cristóbal Marrero Bencomo, casado en la ciudad de La Laguna, en la Parroquia de la Concepción el 25 de agosto de 1608, con Leonor Marrero o González, con quien tuvo a:

V. María de las Nieves Marrero Bencomo, quien casó con Salvador Salgado, hijo de Fernán Martín y de María Francisca, habiendo celebrado su enlace en la Parroquia de los Remedios en 1636 (folio 80, lib, 2º.), siendo aquellos padres de:

VI. Cristóbal Marrero, casado en los Remedios en 1669 (folio 62 vº, lib. 5.º), con María Negrín, hija de Juan Negrín y de Juliana Marrero, siendo hijo legítimo de aquellos:

VII. Cristóbal Marrero Bencomo, quien casó también en los Remedios en 1711, (lib. 7º, folio 168 vº), con María de la Encarnación Alfonso, hija de Asensio Alfonso y de María Sebastiana, aquellos fueron causantes de:

VIII. Francisco Braulio Bencomo, casado en los Remedios con Bárbara Rodríguez de Fleytas, hija de Cristóbal Rodríguez, que era oriundo de Tacoronte, y de Teresa María de Fleitas, padres que fueron de Cristóbal, Santiago y Pedro Bencomo Rodríguez.

LOS BENCOMO, RELEVANTES CLÉRIGOS DE LA IGLESIA CANARIA.- Fueron hermanos de don Cristóbal, don Pedro José, Chantre de la Catedral de Santa Ana de Las Palmas, primer deán de la catedral de Ntra. Sra. de los Remedios de La Laguna, y primer rector de la Universidad de San Fernando, también en La Laguna, donde fue nombrado doctor en cánones, y don Santiago, racionero de la Catedral de Toledo, deán de la Catedral de Las Palmas y obispo electo de Astorga; muerto en Madrid antes de ocupar el citado cargo.

Según cuenta Domingo Medina en Diario de Avisos (04.06.2023), Don Cristóbal Bencomo y Rodríguez nació en la lagunera calle del Agua, el 30 de agosto de 1758. Hijo de don Francisco Braulio Bencomo y doña Bárbara Rodríguez Fleytas. Destacó en los estudios de Filosofía y Teología. Terminó sus estudios eclesiásticos y el obispo de Canaria le otorgó el título de predicador. Posteriormente, se trasladó a Madrid, donde perfeccionó sus estudios de Literatura y de Griego. El rey Carlos IV de España lo nombró profesor de Latín del príncipe de Asturias, con la dignidad de chantre de Plasencia. Fue nombrado más tarde confesor del Príncipe de Asturias y más tarde del rey Fernando VII. 

Don Pedro Bencomo y Rodríguez, 
primer Rector de la Universidad de La Laguna

Tuvo un papel decisivo en la creación de la primera Universidad en Canarias, la de San Fernando con sede en San Cristóbal de La Laguna. Impulsor de la creación de la Diócesis en 1819 con jurisdicción en las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, por segregación de la Diócesis de Canaria. En 1815 es nombrado socio honorario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, con sede en La Laguna.

Junto a sus hermanos fue el principal impulsor de las obras de la Catedral lagunera. Nombrado arzobispo titular de Heraclea in partibus infidelium (en tierras de infieles) otorgado por el Papa Pío VII. Falleció en Sevilla el 15 de abril de 1835. En 1837 sus restos mortales se trasladaron a Tenerife para ser depositados en la Catedral de La Laguna donde permanecen.

Como ya hemos anticipado, los hermanos de don Cristóbal fueron, don Pedro José (1749-1828) y don Santiago Bencomo y Rodríguez (1754-1818), también destacados clérigos que contribuyeron al establecimiento de la Universidad de San Fernando, e impulsaron las obras de la Catedral de La Laguna, incluso con sus propios medios económicos. 

Don Pedro José Bencomo y Rodríguez fue doctor en Cánones, párroco propietario de la iglesia de los Remedios en La Laguna, canónigo de la Catedral de Santa Ana de Las Palmas, primer deán de la Catedral de La Laguna y también el primer rector de la Universidad de San Fernando. Don Pedro, además, participó en política, siendo miembro de la Junta Suprema de Canarias, creada en La Laguna, con ocasión de la invasión de las tropas napoleónicas a España y la marcha del Rey a Francia. En el siguiente enlace se puede acceder al artículo dedicado a la Creación de la Junta Suprema de Canarias.

Por su parte, Don Santiago Bencomo y Rodríguez fue deán de la citada Catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria. Se licenció y doctoró en la Universidad de Ávila. Fue Obispo de Astorga, donde fue nombrado el 22 de enero de 1818, pero no pudo tomar posesión y entrar solemnemente en dicha Diócesis, ya que falleció en Madrid en el convento de San Antonio de los Capuchinos el 2 de marzo del mismo año.

DON CRISTÓBAL BENCOMO RODRÍGUEZ, DE TENERIFE A LA CORTE, NOMBRADO PROFESOR Y CONFESOR DEL PRÍNCIPE DE ASTURIAS Y DEL FUTURO REY FERNANDO VII.- Había nacido don Cristóbal en la ciudad de La Laguna en el año 1758, como vimos era hijo de Francisco Braulio Bencomo y Bárbara Rodríguez Fleytas, en efecto, descendiente por parte paterna del Mencey Benchomo, el antiguo rey de Taoro, del que toman su apellido.  

Según el historiador herreño Dacio V. Darias y Padrón (1925), Cristóbal desde pequeño demostró muy felices disposiciones para el estudio, al que se aplicó con gran aprovechamiento durante los seis años que tardó en cursar la Filosofía y Teología bajo la dirección de los frailes del convento de San Miguel de las Victorias, o de San Francisco (que existía junto al Santuario del Cristo de La Laguna), y en cuyos claustros es probable fuera condiscípulo, según parece, del célebre sacerdote gomero José Ruíz de Padrón, diputado que fue de las Cortes de Cádiz.

Decidido por la vocación eclesiástica y no teniendo aún la edad necesaria para recibir el presbiteriado, solitó y obtuvo, como simple mérito para adiestrar sus facultades, el tomar parte en las oposiciones para los beneficios vacantes en el Obispado (es decir, para cubrir las parroquias vacantes), haciendo luego lo propio en las de la cátedra de Filosofía del Seminario de Canaria. Fue ordenado sacerdote por el Obispo de Canaria fray Joaquín de Herrera, en 1781, siendo confesor del expresado obispo hasta su muerte, según cuenta Alfonso Soriano.

Cristóbal Bencomo, aún como simple sacerdote, viajó luego a Madrid para ampliar sus estudios religiosos. Domiciliado en Madrid, se dedicó al difícil aprendizaje del griego, cuyas dificultades venció, al decir de uno de sus biógrafos, en el corto espacio de seis meses.

Allí sus virtudes le llevaron al nombramiento, por parte del rey Carlos IV, de chantre (una especie de encargado del canto en el coro) de la Catedral de Plasencia (Cáceres), y luego de profesor de filosofía y política de los caballeros pajes, y más tarde profesor de lengua latina del Príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII. Según Darias y Padrón, algo sobresalientes debieron ser las cualidades del entonces Presbítero Bencomo, cuando el mismo Rey Carlos IV le nombró confesor del mismo Príncipe, cargo ese, como es sabido, de los más espinosos y delicados, pero que justifican la prudencia y el talento del entonces Canónigo Bencomo, que a partir de aquel instante siempre tuvo sobre el voluble y tornadizo Fernando VII una influencia casi decisiva, de que supo sacar el buen partido en beneficio de su país natal, que luego veremos.

En efecto, en 1800 será confesor del príncipe, y en 1808 del propio monarca, pues este cargo se confirma nuevamente llegando al trono el Rey Fernando VII, pues recibe de este, el nombramiento de confesor real el 6 de abril de 1808, con un sueldo de 60.000 reales. Según cuenta el investigador Jonás Armas (2013), la carta con el nombramiento real fue enviada a su casa de Plasencia, donde ejercía de chantre de la catedral, conminándole a personarse inmediatamente en Madrid. Llegó Bencomo a la corte, viendo al Rey el día antes de que este partiese para Vizcaya, camino de Francia, quien le ordenó permanecer allí hasta su regreso.

BENCOMO HUYE DE LAS TROPAS FRANCESAS.- El arresto del Rey en Francia y los acontecimientos en la capital madrileña  con la invasión de las tropas francesas capitaneadas por Napoleón, llevaron a don Cristóbal a refugiarse en su casa de Plasencia (Extremadura), donde recibió con dos meses de retraso una Real Orden, comunicada por el Duque de San Carlos a 30 de mayo, donde se le pedía se trasladase a la residencia del Rey en Francia, en Valençay, donde se hallaba retenido por Napoleón. Intentando obedecer la misiva real se trasladó a Madrid, donde pensaba que la Junta Suprema Central le ayudaría a cumplir la Orden Real, y donde sufrió el asedio y capitulación de la ciudad. Huyendo del avance francés regresó a Plasencia, donde soportó la toma de la población por parte del general Lefebvre. 

Nuevamente huyó don Cristóbal Bencomo evitando encontrarse con las tropas francesas, esta vez de Extremadura, acompañando a la Junta Suprema a Sevilla y luego a Cádiz. El periplo del confesor real desde Madrid es el de un hombre que intenta acercarse a la frontera francesa para cumplir las órdenes de su monarca y debe evadirse del ejército enemigo en cada ciudad en la que intenta protegerse, siempre hacia el sur, tras la Junta Suprema Central, en la que confía podrá ayudarle a realizar su misión.

La coincidencia de su nombramiento con la invasión napoleónica dejó desamparado al canario, quien durante el año 1809 dice no haber cobrado sus emolumentos. Aunque el Rey pide que se haga lo necesario para su subsistencia, la Junta Suprema Central, ubicada en Sevilla, argumenta no tener constancia de la asignación de los 60.000 reales anuales. Así, en carta dirigida al monarca y fechada en Sevilla a 15 de septiembre de 1809, Bencomo argumenta que

[...] El exponente ha perdido todos sus muebles, libros, papeles y ropa en términos de no haber libertado ni la precisa para cubrirse, y lo que mas es, ha perdido la renta de su Dignidad, su única subsistencia, por la absoluta desolación en que ha quedado todo el país. En tan tristes circunstancias no le queda otro arbitrio que recurrir a la justificación de V.M., no a solicitar los sueldos devengados y reconocidos por la Tesorería Mayor, que desde luego cede a beneficio de la causa pública, ni a pretender que se le continúen en su totalidad, sino a suplicar de V.M. se digne mandar se le asista con la mitad del sueldo para su manutención.

REGRESO A TENERIFE PARA REFUGIARSE CON SU FAMILIA.- El sustento requerido parece no llegar a su destinatario, por lo que Bencomo decide abandonar Cádiz y dirigirse al único lugar donde considera que puede subsistir de las penurias de la guerra, la isla de Tenerife, donde es acogido por su familia. 

Debió partir el año 1810, ya que no existen referencias suyas en Andalucía desde el año anterior. En Tenerife permaneció durante años, y según cuenta Darias y Padrón, aquí estaba tranquilo y satisfecho, recibiendo grandes muestras de consideración y estima de sus paisanos, cuando al regresar Fernando VII del destierro y ser reintegrado en las altísimas funciones de la realeza, se acuerda de su maestro y confesor, mandando que un barco de guerra lo reintegrara desde Canarias a la Madre patria para que continuara ejerciendo cerca de su Real persona, las funciones de padre espiritual.

REGRESO A MADRID POR ORDEN DEL REY.- Nos comenta Antonio Pereira Pacheco y Ruiz en su obra Breve relación de la vida [...] del Señor D. Cristóbal Bencomo y Rodríguez (1839), que fue llamado a Madrid por el monarca a través de carta del Duque de San Carlos a 10 de marzo de 1814, estando aún el Rey Fernando en Francia; y que para ello se le envió expresamente una goleta real, la Linier, que arribó al Puerto de Santa Cruz de Tenerife el 22 de abril de ese mismo año, para transportarlo a Cádiz y desde allí su traslado a Madrid.

Terminada la guerra con los franceses, según nos cuenta el citado historiador Jonás Armas, la vuelta de Fernando VII a la corte de Madrid llevó consigo una profunda investigación y depuración de los funcionarios reales, de tal forma que fueran apartados de sus cargos todos aquellos sospechosos que hubieran simpatizado con los franceses, lo que aparece recogido en los documentos del Archivo General de Palacio como Purificación de los Individuos de la Real Casa. Don Cristóbal Bencomo fue, en efecto, investigado, pero las indagaciones realizadas lo reconocen como acreedor de su destino, dejando probada constancia de ello en el informe que sobre el mismo se hizo el día 27 de junio de 1814:

Huyendo siempre este respetable sacerdote del intruso, y de todos los sitios donde alcanzaba el dominio de sus armas, no se creyó seguro después de muchas peregrinaciones en Cádiz, y embarcándose, pasó a las Yslas Canarias, donde ha subsistido en casa de dos hermanos, uno párroco y otro canónigo, hasta que fue llamado por S.M. para continuar en su destino, de que la Comisión le contempla muy digno.

Primeramente, en Madrid, Bencomo habitaba primero fuera de la corte, ya que ante las quejas del lugar donde moraba, en una pequeña habitación, escribe al Duque de San Carlos para que éste lo remedie: «Recuerdo a V.E. el asunto del quarto de mi destino, pues experimento cada día la imposibilidad de trabajar y de permanecer en el que estoi». Ante situación precaria, el Duque acaba preparando para Bencomo una habitación en el propio Palacio Real en junio del citado año de 1814.

El monarca le había enviado carta a 20 de marzo, renovándole el destino, pero sin referencias a su sueldo, por lo que el confesor admite estar dispuesto a cobrar tan solo un tercio del mismo «en prueba de que desea seguir el egemplo de economía que S.M. ha adoptado para su Real Persona», pero Fernando VII le responde el 16 de junio siguiente, no aceptando la oferta económica y deseando que don Cristóbal reciba su sueldo íntegro que le había prometido antes de la guerra de los franceses, por importe de 60.000 reales.

Su influencia en la Corte de Fernando VII, desde luego, fue muy notable. Francisco María de León, el historiador orotavense citado por Alfonso Soriano, lo califica como el hombre más influyente de la Nación, al considerarle como el primer valido del rey.

ABANDONA MADRID Y SE TRASLADA A SEVILLA.- Enfermo y achacoso, y no sentándole el rigor del invierno madrileño, pidió permiso al Rey para fijar su residencia en Sevilla. No obstante, por real decreto de 17 febrero de 1821, el Rey resuelve que se continúe abonando sin intermisión al señor don Cristóbal Bencomo, Arzobispo de Heraclea, Confesor que fue de Su Majestad (pues, según cuenta Alfonso Soriano, había cesado en 1818) el sueldo que le estaba asignado por este empleo.

En efecto, en el año 1822 abandona Madrid y se traslada a Sevilla, en cuya catedral obtiene el arcedianato de Carmona. Instalado, pues, en la capital andaluza desde ese año de 1822, su vida fue allí retirada y humilde, dedicada por entero a las austeras prácticas religiosas y al ejercicio de la caridad, como lo demostró durante el cólera que afligió a los sevillanos en 1823, donando sumas de consideración en beneficio de los desvalidos, ya directamente o por conducto del párroco de San Esteban.

En efecto, destaca Cristóbal Bencomo, en sus virtudes personales, la de proteger a sus paisanos canarios cuando vivía en Madrid, siendo el más popular el caso del pintor Luis de la Cruz y Ríos, tinerfeño nacido en el Puerto de la Cruz y que luego sería pintor de cámara. Además, Pereira Pacheco y Ruiz en su obra nos cuenta que Bencomo fue conocido por haber creado los baños públicos de la ciudad de Plasencia o por los muchos donativos y obras de caridad llevadas a cabo en Sevilla, donde, como hemos comentado, ostentó el cargo de arcediano de Carmona.

En Sevilla tuvo la oportunidad de conocer al sacerdote natural de La Gomera, Torres Padilla, fundador de la benemérita institución religiosa de las Hermanas de la Cruz y gloria de la isla de la Gomera, su patria, en palabras de Dacias y Padrón. Sobre este hijo ilustre de San Sebastián de La Gomera, recientemente declarado beato por el Papa Francisco, hemos escrito un artículo que puedes consultar aquí: El canario José Torres Padilla.

Bencomo muere en la capital hispalense el 15 de abril de 1835, poco antes de cumplir los 77 años de edad. Sus restos fueron trasladados a Tenerife en 1837 y exhumados en el presbiterio de la Catedral de Nuestra Señora de los Remedios, en La Laguna, el 29 de mayo de 1838.

En efecto, había dispuesto en su testamento que sus restos descansaran en el recinto de la nueva Catedral de La Laguna, (para cuyo frontis contribuyó con tres mil duros), accediendo a la súplica que para ello le hizo su Cabildo.

Fue sepultado provisionalmente en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción la Grande, contigua a la Capilla real de la Catedral de Sevilla, y de allí fueron trasladados sus restos mortales. como hemos comentado, en 1837 a su ciudad natal en Tenerife, siendo inhumados sus restos en el presbiterio de la catedral de La Laguna, al lado de la Epístola, en un pobre sepulcro que desdice algún tanto de la magnificencia del protector y fundador de una catedral, que siempre pregonará la reputación y altas virtudes patricias de tal varón, uno de los más ilustres de Canarias, en acertadas palabras de Dacio Darias y Padrón. 

AUTOR DE ALGUNAS OBRAS.- Don Cristóbal Bencomo fue autor de algunas obras, parte de las cuales aún permanecen inéditas, habiendo el mismo autor desconfiado del mérito de otras, que quemó. Parece que fue autor de una "Historia del Pueblo Guanche", que permanece inédita y en ignorado paradero. Es autor también de Instituciones Filosóficas para la enseñanza del PríncipeCarta a una señorita que le participó su estado de matrimonio (1804), Informe presentado a S.M. sobre el establecimiento de la Universidad en Canarias (1816). Tradujo del griego el Nuevo Testamento, Sueño de Luciano y Tabla de Cebes. Suyas son también varias cartas doctrinales.

Donó su valiosa Biblioteca a la catedral de Tenerife (compuesta de más de 13 mil volúmenes, y que hoy se halla en la Biblioteca universitaria de La Laguna); también muchas joyas, pontificales y cuadros de mérito. 

DISTINCIONES Y HONORES.- Entre sus principales títulos figuran el de haber sido miembro del Consejo de Castilla, cuya principal función era asesorar al rey en asuntos de gobierno y de justicia, así como la de ejercer funciones judiciales. Inquisidor general de España (cargo rechazado por él mismo), recibió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y fue nombrado arzobispo titular de Heraclea in partibus infidelium, otorgado por el Papa Pío VII, con carácter honorífico sin duda, y sin efectos prácticos. 

Hay que indicar que Heraclea, era una ciudad cristiana oriental cuya ubicación coincide con la actual Marmara Ereğlisi en la República de Turquía, es por ello, una ciudad antigua ya desde aquel momento en tierras de religión musulmana, por lo que dicho arzobispado de Heraclea se trataba históricamente de una antigua circunscripción eclesiástica de la Iglesia ortodoxa, perteneciente al Patriarcado de Constantinopla.

CREACIÓN DEL OBISPADO DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA.- Desde el final de la conquista de las islas Canarias en 1496, existía un único Obispado cuya jurisdicción abarcaba la totalidad de las islas con sede en Las Palmas, y esta situación se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX. Pero en el seno de la lucha de rivalidad entre las dos islas mayores, tampoco la lucha entre las dos islas cejó en este punto, y en 1816, el real confesor Don Cristóbal Bencomo logró de su augusto penitente el rey Fernando VII el envío a Canarias de un obispo auxiliar que residiese en La Laguna, su ciudad natal; con la llegada de Don Vicente Román y Linares, que llegó a Tenerife en 1816, muerto ya Don Manuel Verdugo, el último Obispo de Canaria con jurisdicción en todas las islas, se daba un primer paso divisionista de la diócesis. 

En 1818, el mismo arzobispo Bencomo consiguió que el Rey solicitase a Roma la creación de un nuevo Obispado, declarando la división. La resolución de creación del nuevo Obispado fue dictada por el Papa Pío VII por bula del 1 de febrero de 1819, creando así la nueva diócesis de San Cristóbal de La Laguna. La nueva diócesis, con jurisdicción sobre Tenerife, La Palma, Gomera y El Hierro, se instaló en la iglesia de los Remedios de La Laguna (la iglesia donde Bencomo se había bautizado), a fines de ese mismo año de 1819, y tuvo como primer deán de su Cabildo al que hasta entonces había sido chantre de la Catedral de Canaria, Don Pedro José Bencomo, el citado hermano del arzobispo-confesor. 

El Rey Fernando VII le entrega a Cristóbal Bencomo la bula papal de la creación de la Diócesis. Grabado de Juan Abreu, ca. 1830.

LOS HERMANOS BENCOMO RODRÍGUEZ, IMPULSORES DE LA EDIFICACIÓN DE LA CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS.- La historia de la Iglesia de los Remedios, en la ciudad de La Laguna se inicia en el siglo XVI, en que fue concebida inicialmente como Capilla, transformándose pronto como parroquia de la Villa de Abajo (en contraposición a la Iglesia de la Concepción, que era parroquia de la Villa de Arriba), hasta alcanzar el rango de Catedral en 1819, concedida por Bula de Pío VII y Real Orden auxiliatoria del rey Fernando VII, al crearse el Obispado de San Cristóbal de La Laguna.

Durante su construcción y reforma, intervino como uno de sus principales maestros de obras, Juan Nepomuceno Verdugo Da Pelo, que había nacido en La Laguna en 1770, obra por la que alcanzó un gran prestigio profesional. Dirigió la obra de la torre sur o del Reloj, abarcando también esta dirección una parte de la fachada. En este aspecto rivalizó y tuvo problemas con el maestro Pedro Díaz, quien pretendía ser el maestro mayor de la construcción, llegándose en algunos momentos a la doble dirección de las obras de la Catedral, según señala Mª Candelaria Hernández Rodríguez en su tesis doctoral.

Fachada de la Catedral de Pamplona

Por deseo de don Cristóbal Bencomo se sigue en el diseño de la fachada, el modelo de la Catedral de Pamplona, realizada por Ventura Rodríguez. Sin embargo, Juan Nepomuceno no sigue exactamente los planos que le fueron entregados por Bencomo, siendo la más significativo, entre otras diferencias, la altura de la fachada, menos elevada que la de Pamplona, por tener que acoplarse a la construcción ya existente.

Según Pedro Tarquis, citado por Mª Candelaria en su tesis, en la correspondencia seguida entre Bencomo y Nepomuceno, Bencomo le señala: "He conseguido los planos de la catedral de Pamplona. Alguna parte de ellos podrá tomarse, porque es muy cara. Don Rafael Valdés los lleva y se los dará. A mi me parecen muy hermosos. Vea lo que se pueda coger de ellos. Si está conforme en imitar las puertas y ventanas de las torres, hágalo...".

Catedral de Ntra. Sra. de los Remedios, en La Laguna

Los problemas entre Nepomuceno y Pedro Díaz, el otro maestro de obra actuante en las obras, habían comenzado desde el momento en que se derribó la esquina de la torre vieja para hacerla nueva. Díaz propagó por toda la ciudad que la Iglesia se venía toda abajo, por impericia de Nepomuceno, evidentemente con la finalidad de desprestigiarlo y soliviantar a la opinión pública. En la polémica interviene don Cristóbal Bencomo, quien junto con sus hermanos, don Santiago y don Pedro, financian las obras de la nueva Catedral. Anima a Nepomuceno a continuar con las obras y poner oídos sordos a las habladurías, haciendo famosa la frase: "Un Nepomuceno vale más que cien Pedros Díaz".

Juan Nepomuceno abandona las obras cuando aún estaba por terminar la cornisa del cuerpo bajo, encargándose Ventura de la Vega de su conclusión, maestro de obras que había nacido en Gáldar (Gran Canaria), que había trabajado en Las Palmas en la primera planta de la fachada de la Catedral de Santa Ana, bajo la dirección de Luján Pérez. Es precisamente el hermano de don Cristóbal, don Pedro Bencomo, deán de la Catedral de Las Palmas, el que le contrata para trabajar en la Catedral de La Laguna. Establecido en Tenerife, cobra prestigio como Maestro de Obras, alcanzando una considerable fortuna, indicativo de su prestigio profesional.

CREACIÓN Y PUESTA EN MARCHA DE LA PRIMERA UNIVERSIDAD CANARIA EN LA LAGUNA.- En otro artículo anterior dedicado al Obispo de Canaria, Antonio Tavira y Almazán, publicado el 30.04.2025, y que puedes consultar aquí: Noticias del Obispo Tavira, comentamos que en el año 1792, en concreto el 11 de marzo de aquel año, el señor don Carlos IV expidió un real decreto, por el cual mandaba establecer en la ciudad de La Laguna, capital entonces de la isla de Tenerife, una universidad literaria, destinando para ello la casa-colegio que había sido de los expulsados de la Compañía de Jesús y dotándola con 4.000 ducados de pensión. 

Pero ocupada la mitra de Canaria por el citado virtuoso y sabio prelado don Antonio Tavira y Almazán, éste la frena y no la pone en marcha, pese que los canarios ansiaban el establecimiento de la universidad, y vieron quizá en tal conducta del Obispo, la obra de las rivalidades entre las islas de Tenerife y Gran Canaria y, en especial, la relevante influencia del Cabildo de la Catedral de Santa Ana.

De manera, pues que llegado el siglo XIX, Canarias se hallaba todavía sin una universidad. Entonces el arzobispo-confesor obtuvo también, antes que la división del obispado, la creación de la Universidad en La Laguna, cumpliendo ese antiguo deseo de las dos islas mayores. Según comenta Joaquín Blanco Montesdeoca en su Breve Noticia Histórica de las islas Canarias (1957), la isla de Gran Canaria había renovado en 1812 sus ya viejas pretensiones de tener una universidad en la ciudad de Las Palmas, pero no había sido oídaNuevamente, el valimiento del confesor tinerfeño obtuvo lo que no había logrado la necesidad de los pueblos, en palabras del citado historiador, nacido en Arucas, que fue profesor de Lengua y literatura españolas de Bachillerato, archivero y director del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas hasta 1989, año en el que falleció.

En efecto, una real cédula de 1816 firmada por Fernando VII funda en La Laguna la Universidad de San Fernando. Su instauración fue encargada al entonces chantre Don Pedro Bencomo, hermano del arzobispo-confesor y al marqués de Villanueva del Prado. 

Por el mes de enero de 1817 fue cuando se instaló en La Laguna aquella Universidad literaria, la Universidad de San Fernando, cuya creación indudablemente se debió al influjo en la Corte de don Cristóbal Bencomo y que puede considerarse como la primera universidad canaria que se crea con funcionamiento efectivo. 

La Universidad estuvo compuesta de doce cátedras desempeñadas por isleños de reconocida erudición: una de Humanidades, dos de Teología, tres de Filosofía y seis de Derecho Civil y Canónico. Podía otorgar grados de Licenciado y Doctor en Jurisprudencia y Teología. 

Tumba de Cristóbal Bencomo 
en la Catedral de La Laguna

SOLO UNA CALLE EN LA LAGUNA PARA LOS BENCOMO.- Según cuenta el citado Domingo Medina en el Diario de Avisos, la calle que la ciudad de La Laguna dedica a los hermanos Bencomo y Rodríguez, don Pedro (1749-1828), don Santiago (1754-1818) y don Cristóbal (1758-1835), comienza en Nava y Grimón y termina en la plaza de Los Remedios (plaza de la Catedral). Nos parece poco tributo, solo una calle como todo homenaje y recuerdo, con el ascéptico nombre de "calle Bencomo" en La Laguna, para recordar a este insigne hijo tinerfeño. 

Desde luego, méritos sobrados tiene en su haber, pues consiguió para su isla la creación de la Universidad de La Laguna, el Obispado Nivariense y puso su apoyo económico e impulso a la edificación de la Catedral de los Remedios en su ciudad natal, pero hoy apenas se recuerda su figura y su relevancia para la historia contemporánea de las islas Canarias se nos antoja hoy poco valorada. 

Como señalaba el citado historiador herreño Dacio V. Darías y Padrón, "Mientras que nuestro país no levante una estatua y labre un mausoleo al Arzobispo de Heraclea, a quien Tenerife es deudor de tan grandes beneficios en el orden religioso y docente, se nos antoja que cada mármol o estatua perpetuadores de méritos menos sobresalientes, serán otros tantos monolitos de ingratitud en el desierto árido y poco equitativo de un caprichoso patriotismo."

Un soneto anónimo se dedicó a los hermanos Bencomo, y que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna, rescatado por Alfonso Soriano:

¡Oh, que tres hombres La Laguna ha dado
a los que el cielo con su gracia encumbre!
Pues no hai virtud que en ellos no relumbre:
El uno al mismo rey ha confesado.

De Astorga asciende el otro al Obispado
mereciendo subir tan alta cumbre;
de su casa el tercero es esta lumbre
a quien su gran talento le ha ensalzado.

En Canarias también tiene su empleo
de chantre dignidad, de edad primero.
¡Pásmese el mundo al ver igual trofeo!

Gozan los tres el lauro por entero
gloriándose Tinerfe; pero ¿cómo?
Por ser todos los nietos de Bencomo.

Pedro R. Castro Simancas, 07.06.2025.
Festividad de los Santos mártires de Córdoba: Pedro, presbítero, Walabonso, diácono, Sabiniano, Wistremundo, Habencio y Jeremías, monjes.


Fuentes:

ARMAS NÚÑEZ, Jonás (2013): "El regreso a Ítaca: El refugio insular durante el bélico inicio del siglo XIX español. Los casos de D. Cristóbal Bencomo y D. Nicolás Calzadilla" en Revista de Historia Canaria, nº 195, pp. 139-150, Universidad de La Laguna, 2013.

DARÍAS Y PADRÓN, Dacio V. (1925) (firmado con el seudónimo de Rafael Padrón de Espinosa): "El Arzobispo Bencomo, insigne patricio tinerfeño" en Revista de Historia, nº 8, pp. 245-248, La Laguna (Tenerife), 1925.

PACHECO PEREIRA Y RUIZ, Antonio (1839): Breve relación de la vida, virtudes y méritos del Escmo. [sic] e Ilustrisimo Señor D. Cristóbal Bencomo y Rodríguez, arzobispo de Heraclea, natural de la ciudad de La Laguna de Tenerife en las Islas Canarias, Ed. Imprenta de D. Mariano Caro, Sevilla, 1839.

SORIANO Y BENÍTEZ DE LUGO, Alfonso (2015): Corte y Sociedad. Canarios al servicio de la Corona, Vol. I, Ed. Gaviño de Franchy Editores, Santa Cruz de Tenerife, 2015.

Genealogía de los Hermanos Bencomo



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